Si los relojes pudieran hablar, el último modelo de este año probablemente diría: «En mi vida pasada, fui un clásico de los años 60».
Si hiciéramos un viaje en el tiempo, no solo a través de las páginas de los libros de historia, sino también a través de las vitrinas de las relojerías de las últimas décadas, podríamos reconocer un patrón curioso: el pasado nunca parece pasar de moda. Sí, así es, estamos en pleno 2023, y la estética y el encanto de antaño resurgen con fuerza. Al igual que la moda revive los minivestidos y botas altas de los años 60, o cómo el mundo automovilístico sigue celebrando reediciones de vehículos icónicos como el Ford Mustang o el Mini Cooper de aquella década, la tendencia retro sigue en alza. Los años 80, con sus colores brillantes y estampados audaces, que nos recuerdan a las cazadoras bomber y los leggins brillantes, encuentran su paralelismo en coches como el DeLorean, que se han convertido en símbolos eternos de innovación y diseño. Mientras tanto, los 90, con su estilo grunge, las camisas de cuadros y los jeans rasgados, evocan la audacia de vehículos como el Mazda MX-5, reafirmándose como una era que tuvo el valor de creerse un hito en la cultura contemporánea. Pero, ¿qué está sucediendo con el mundo de la relojería?
Es cierto que uno de los lemas publicitarios que resuena con fuerza en este ámbito es algo así como: «Inspirado en el diseño atemporal del modelo X de 1974…». Uno podría pensar que, con todas las innovaciones tecnológicas y creativas del siglo XXI, habríamos dejado atrás el diseño vintage, que nos habríamos despedido de los «buenos viejos tiempos» para abrazar un futuro audaz y ultramoderno. Pero no. Parece que nuestra sed de nostalgia es insaciable.
¿Por qué esta fascinación con el pasado? Es posible que en momentos de cambio rápido y, a veces, abrumador, busquemos confort en lo familiar, en lo que nos recuerda tiempos más sencillos. O quizás, en el fondo, reconocemos que ciertos diseños del pasado fueron simplemente… geniales. No importa cuánta tecnología o cuántos avances logremos, esas líneas, esas formas, tienen algo especial que nos atrae, una y otra vez.
En el entramado de la historia humana, ha habido épocas donde la mirada de la sociedad estaba puesta en el horizonte del mañana. Se soñaba con coches voladores, ciudades en el cielo y una utopía tecnológica. Sin embargo, conforme avanzamos hacia ese futuro, nos hemos percatado de algo curioso: el futuro no parece ser algo del presente. A cada paso que damos, en lugar de abrazar lo nuevo, parecemos buscar refugio en el confort del pasado, y la estética retro en el diseño de relojes es el ejemplo perfecto de este fenómeno.
No se puede negar que ha habido intentos de romper el molde. Ahí están los Richard Mille, que parecen haber salido de una película de ciencia ficción, o los H. Moser & Cie sin agujas, que retan al observador a reconsiderar lo que significa realmente «leer» la hora. Los diseños audaces y rompedores, a menudo, no logran conectar con el público general porque parecen alejarse demasiado de la esencia misma de lo que representa un reloj. Al intentar ser tan diferentes, pueden perder ese toque atemporal y, en ocasiones, terminan siendo más un artefacto que una herramienta cotidiana. Y es que la estética retro, con su sutil encanto y elegancia, nos ofrece un anclaje. Nos recuerda tiempos más simples, antes de que el torbellino de la tecnología nos absorbiera en su vertiginoso ritmo.
Quizá este afán nostálgico no sea casualidad. En la historia, hemos vivido etapas donde mirar hacia adelante representaba esperanza y progreso. Pero, en la era actual, el avance tecnológico es tan rápido y abrumador que, en lugar de emocionarnos, nos provoca inquietud. ¿Estamos, quizás, avanzando más rápido de lo que somos capaces de asimilar? ¿Se nos escapa de las manos esa visión futurista por la velocidad con la que se nos presenta?
Ahí yace el dilema. Hay un deseo latente de sorpresa, de asombro, de algo que sacuda nuestros cimientos. Pero la realidad es que, al mismo tiempo, necesitamos ese punto de referencia, esa «mantita reconfortante de lo familiar» en la que arroparnos. Esa sensación de estar en casa, de pertenecer, y los diseños retro nos brindan precisamente eso: una pausa, un respiro, un momento para recordar quiénes éramos antes de embarcarnos en este viaje futurista.
No se trata de falta de valentía para mirar hacia adelante. Es más bien un anhelo de equilibrio. Buscamos la innovación, pero no a expensas de perder nuestra esencia. Queremos relojes (y, por extensión, objetos y experiencias) que nos ofrezcan lo mejor de ambos mundos: la calidez y la familiaridad del pasado, pero con la destreza y la habilidad del presente.
Dentro del majestuoso universo de la relojería, la estética retro no representa una rebelión contra el futuro, sino más bien un saludo afectuoso al pasado. Nos habla de que mientras navegamos con determinación hacia las mañanas que están por venir, llevamos con nosotros la elegancia y el carisma de los días antiguos. Porque es este fino equilibrio entre lo tradicional y lo contemporáneo lo que da vida a las piezas que llevamos en nuestras muñecas, animándonos a coleccionar, apreciar y, evidentemente, a echar un vistazo al tiempo con cada oportunidad.
¿Quién entre nosotros no ha sentido una vibración especial al observar modelos como el Omega Speedmaster ’57, el TAG Heuer Carrera Calibre 1887, el Seiko Alpinist o el Hamilton Khaki Field? Todos ellos, a pesar de ser relojes técnicamente avanzados, tienen ese aroma inconfundible a épocas gloriosas. Ahí radica la magia de la relojería de hoy: combinar el arte ancestral de medir el tiempo con las ventajas y precisiones actuales.
Confieso, querido lector, que yo también soy culpable. A pesar de mi deseo de ver algo fresco y novedoso en el escaparate, siento una inexplicable atracción hacia esas esferas y correas que evocan tiempos pasados. Tal vez es una señal de que, aunque miremos hacia el futuro, hay partes de nuestro pasado que simplemente no estamos listos para dejar atrás. Al menos no todavía. Por ahora, me contentaré con mi reloj «inspirado en el diseño atemporal» y esperaré, con curiosidad, a ver hacia dónde nos lleva el siguiente giro del segundero.
Sé el primero en comentar