¿Qué hora es?
Basta con que mires en la pantalla de tu ordenador o en el móvil. Y está. Tendrás siempre la hora precisa, sincronizada incluso con diferentes fuentes online. Tu móvil no se adelanta ni se atrasa. Activas la pantalla, echas un vistazo, devuelves el móvil al bolsillo. No hace falta complicarse la vida.
Pero no estamos aquí porque queramos hacernos la vida más sencilla, ¿verdad? Queremos añadir algo de interés a nuestras horas en forma de maquinaria mecánica ceñida al cuerpo.
Cuando hablo de esto con otras personas aficionadas a la relojería, los argumentos a favor de usar relojes analógicos son siempre muy parecidos, aunque la conversación produce, en estos tiempos de inmediatez utilitaria, algo cercano a una cierta vergüenza. Porque, sabemos, nuestras razones son emocionales, frívolas, hedonistas, etc. A menudo, la razón por la que nos detenemos a dar cuerda, a limpiar un cristal, a cambiar una correa o a observar un movimiento se explica casi de paso, o se da por descontada. Llevo un reloj porque me gusta llevar un reloj.
Aunque no sea lo normal…
… o aunque no lo había vuelto a ser hasta recientemente, porque en la última década, la llegada de los relojes inteligentes y las pulseras de actividad han vuelto a poblar nuestras muñecas, después de lo que yo he vivido como una ausencia de unos cuantos años. Se ha vuelto a normalizar el hecho de llevar algún tipo de reloj, e incluso hemos visto que modelos concretos como el Apple Watch se están poniendo de moda.
Este ejemplo concreto es muy importante porque tenemos a un gigante de la tecnología, con una enorme capacidad para crear nuevas tendencias, que ha incluido en su reloj la posibilidad de cambiar la «carátula», es decir, la interfaz que muestra información al usuario, ofreciendo, además de métricas deportivas o de interconexión con el móvil, la posibilidad de configurar simulacros de esferas de reloj tradicionales, con subdiales de cronógrafo, complicaciones de fase lunar, segunda zona horaria, etc. Se dice que cuanto mayor es el cambio, más sigue siendo todo lo mismo (o algo así).
Lo interesante es que ahora, algunas personas que llegaron al mundo de los relojes con un Apple Watch, o cualquiera de sus alternativas, están prestando atención a esos otros relojes, los analógicos, que permiten darle un giro de tuerca retro a la moda. Porque de eso se trata, en un principio, de moda. Forma sobre función de nuevo.
Hace unos años empecé a encontrar artículos que hablaban sobre cómo el reloj de Apple era una «droga de inicio» hacia otros relojes («The Apple Watch got me hooked on mechanical watches«, decía el conocido programador y podcaster Marco Arment), y estos comentarios tienen todo el sentido del mundo para mí. Ahora que la utilidad de los relojes está cubierta y mejorada por otras herramientas tecnológicas como los teléfonos móviles, que ocupan un puesto firme y ubicuo en nuestras rutinas diarias, vemos que un grupo significativo de personas ha comenzado a percibir el uso de relojes analógicos como una declaración de estilo. Estas personas, recién llegadas a una afición con historia centenaria, parecen estar divididas entre aquellas que bien son demasiado jóvenes para haber vivido el uso normalizado de los relojes, o bien se han visto atraídas de nuevo a usar uno por el renovado interés mediático y social en ellos. Fuera como fuera, la relación inicial de esta nueva hornada de aficionados con los relojes, ha facilitado la aparición de un número inaudito de nuevos «creadores de contenidos» online que ofrecen todo tipo de información sobre cualquier aspecto del mundo relojero. Todas esas horas de vídeos en YouTube y podcasts y fotos en Instagram, etc, etc, alimentando y magnificando la importancia (ahí tenemos las constantes mareas de «hype») una industria que hace unas décadas estaba de capa caída por la irrelevancia a la que parecían avocadas sus creaciones.
Nunca antes se habían fabricado tantos relojes como ahora. Nunca antes había habido una demanda tan grande de relojes de lujo, al tiempo que sigue habiendo casas relojeras que crean modelos enormemente asequibles y que ofrecen prestaciones que previamente hubieran estado disponibles solo para modelos de alta gama. Una industria al alza… basada en objetos que realmente no necesitamos, pero queremos tener.
Recordemos la pasión suscitada y las enormes colas formadas en todo el mundo, desde Hong Kong a Londres pasando por Sevilla, para comprar el Moonswatch. Este reloj de menos de 300 €, creado en colaboración entre Omega y Swatch, homenajea al Omega Speedmaster que llegó a la luna ceñido al traje de astronauta de «Buzz» Aldrin, pero está hecho de «biocerámica» y se ha convertido en un objeto de moda y deseo para miles de personas.
No lo podemos negar, los relojes representan muchas cosas diferentes para cada uno de nosotros. En mi caso son una herramienta útil, una manifestación física de un campo de conocimiento en que siempre hay algo nuevo por descubrir y un accesorio de moda que encaja con mi limitada comprensión de la misma. Me gusta llevar un reloj en la muñeca, me encanta pasar tiempo investigando sobre muy diferentes particularidades de los relojes y me encanta integrarlos en mi vida como un «juguete estético» que me entretiene y me hace ser consciente de la ropa que uso cada día. Otro día hablamos del maravilloso mundo de las correas, que permiten a adultos peinantes de canas jugar a cambiarles los «pantalones» (en fin…) a sus muñequitos mecánicos.
En definitiva, hay elementos de nuestras vidas que no tienen gran utilidad práctica racional, pero sí tienen un enorme peso emocional. Para mí, las fotografías que imprimimos (¿revelamos?) en papel y los relojes analógicos destacan fulgurantemente en esta categoría. Me dan más de lo que racionalmente deberían.
[…] Los relojes de buceo también son funcionales. De hecho, la resistencia al agua de estos relojes puede ser una gran ventaja en la vida diaria. ¿Alguna vez has tenido que preocuparte por quitarte el reloj antes de lavarte las manos o de salir a dar un paseo bajo la lluvia? Con un reloj de buceo, ese tipo de preocupaciones son cosa del pasado. ¿Y ese bisel giratorio? Ufff. La perfecta distracción para el adulto responsable. Y aunque puede que no lo utilices para medir el tiempo de inmersión, tiene un sinfín de usos en la vida cotidiana. ¿Necesitas medir el tiempo de horneado de una pizza? Gira el bisel. ¿Quieres recordar cuándo debes empezar tu próxima reunión en Zoom? Gira el bisel. Es una herramienta de seguimiento del tiempo muy práctica y siempre a mano, sin la necesidad de buscar una aplicación de temporizador en tu teléfono (que sería más preciso y lógico, pero de eso ya hemos hablado en otro artículo). […]